domingo, 15 de enero de 2017

ALLÁ POR LOS AÑOS TREINTA...

Allà por los años treinta, en la zona de Córdoba, en un pequeño pueblo llamado Pueblonuevo de Peñarroya, vivía Pedro Tejero novio de Luisa Alguacil, que por aquel entonces tenían alrededor de veinte años.
Ese mismo año, aproximadamente en 1936, tristemente empezó la Guerra Civil española.  Pedro fue alistado en el ejército contra su voluntad y obligado a separarse de Luisa.
Un día lo subieron a un tren hacia Albacete al pueblo de Chinchilla donde se encontraba la base de entrenamiento.  Ella que no podía vivir sin Pedro a su lado, decidió saltar desde un puente al tren y así colarse dentro y poder estar con él.
Pedro paso a formar parte de la llamada Quinta del biberón y aun así Luisa no le quiso abandonar y le siguió a todos lados llegándole a acompañar incluso en el campo de batalla. Fue en el campo de batalla la parte de su vida que más la marcó, tuvo que ver hombres muertos, hombres sangrando a punto de morir y hombres malheridos que lloraban a sus madres, eso le hizo ver la sinrazón de la guerra.  Ella ayudó a todo el que podía, no sabía leer ni escribir, pero ayudó a cuidar a los heridos.
Otra de las cosas que también le impactó fue que después de sonar una especie de sirena se acercaban unos pocos soldados de una banda y otros tantos de la otra al centro del campo de batalla, donde se daban la mano y se pasaban tabaco, queso e incluso diarios.  Luego volvían a sus trincheras y cuando volvía a sonar la sirena, se volvían a matar.
Al terminar la guerra, hicieron preso a Pedro y Luisa se quedó sola fuera de la cárcel.  Siempre que podía le llevaba comida y algo de ropa.
Cuando salió de la cárcel Pedro y Luisa volvieron a su pueblo, tuvieron hijos y Pedro se hizo minero.  Pedro murió en la mina.  Luisa se vino a Barcelona sola con cinco hijos para que sus hijos tuviesen un futuro mejor, nunca más se volvió a casar.
Luisa vivió muchos años y murió con ochenta y tres años, ciega por la diabetes, cada día se acordaba de todo lo que pasó y cada vez que podía contaba su historia a sus hijos y después nietos, era como si así se sintiese mas cerca de Pedro.  Siempre tuvo una foto de Pedro en una medalla que nunca se quitaba, así lo tenía siempre al lado de su corazón y antes de irse a dormir la cogía como podía y le daba un beso deseándole buenas noches.
Cuando era pequeño mi madre me contó esta historia, la cual se la contó su abuela cuando ella era pequeña.

(No sé cuanto de verdad ni cuanto hay de ficción en esta historia.  Es lo que me dijo mi madre.  Es una historia que mi abuela Luisa le contó a mi madre para explicarle lo mucho que quiso a mi abuelo Pedro.)
Miguel Gómez